Beber, no es obligatorio.
Viernes, fiestas, eventos o acontecimientos, celebraciones, etc son días para salir, divertirse, descansar, disfrutar, desconectar, o lo que uno crea conveniente,pero no por ello es necesario beber para lograrlo.
Esta asociación tan impregnada de beber-placer es la que consigue que millones de personas enfermen cada año en este planeta.
Es cierto que el alcohol con moderación y prudencia («responsabilidad» me suena a eslogan gilipollas que nos han metido en la cabeza los creativos publicitarios para justificar la apología del consumo) puede resultar gratificante y placentero al igual que una buena jornada gastronómica, un viaje, o una noche de bailoteo. Pero ello no significa que siempre sea y deba ser así.
Cuando deja de ser un placer y se empieza a convertir en una necesidad, el consumir alcohol acarrea consecuencias progresivamente hasta que, en primer lugar, pueda condicionar nuestra vida y seguidamente entrarnos en la espiral de la destrucción.
Nadie nos obliga a beber, lo elegimos nosotros. La sociedad subliminalmente nos incita y casi me atrevería a decir que nos lo impone, pero que no sea obligatorio es sólo mientras no seamos enfermos porque al enfermar, la necesidad de consumo es sinónimo de obligación y esclavitud.
En definitiva: A todos aquellos que ahora puedan elegir … nunca mejor dicho, lo tienen en sus manos. Si enferman,… ya no.
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Entrar en el circulo de la enfermedad y beber por necesidad imperiosa es un sentimienro muy frustrante de fracaso vital, hundimiento personal, es una desesperanza tan intensa que es dificil de explicar si uno no lo ha vivido.Leer más ..