Alta sensibilidad

Es absurdo  confundir sensibilidad con fragilidad, y aún así suele suceder en una sociedad como esta, que tapa su desnudez con disfraces y máscaras.

Dejar de beber es dejar de estar anestesiado, y dejar de estar anestesiado es vivir y sentir todo tipo de sensaciones y emociones cómo son realmente, no cómo queríamos siempre que fueran cuando consumíamos.

Si durante nuestros años de consumo hemos tenido una fachada de fuertes, autosuficientes,  y poderosos en el control de la situación, y ahora que nos encontramos por primera vez con nosotros mismos descubriendo la verdadera persona que se escondía en realidad detrás el enfermo, es cuando más debemos aceptarnos y disfrutar de nuestro privilegio de ser nosotros mismos.

Todos los que padecemos alcoholismo y éste nos ha consumido la autoestima y nos ha robado la dignidad, principios, y valores durante el tiempo de consumos, cuando hemos reaccionado y nos hemos empezado a recuperar, necesitamos saber quiénes somos en realidad ya que el alcohol no nos dejaba mostrarnos.

Es en ese momento u oportunidad cuando la debemos aprovechar y aflorar nuestros sentimientos sin vergüenza ni temor a ser juzgados por lo que fuimos o hicimos, si no por lo que somos ahora, durante la recuperación.

Es bonito llorar, decir «te quiero», olvidar, perdonar, sentir, contemplar, expresar lo de dentro sin miedo y sin necesidad de aprobación ajena.

La dura existencia en esta sociedad tan competitiva y de apariencia hace que todos nos creemos un escudo para defendernos ante los demás. Eso le pasa a los alcohólicos y a los no alcohólicos. Pero la diferencia entre nosotros y las personas que no lo son, es que tenemos una «deuda moral» pendiente: permitir que aquellos qué tanto sufrieron por nosotros, ahora puedan disfrutar de las cosas buenas que tenemos y podemos aportar.

Una buena recuperación alcohólica debe ser seguida de una alta sensibilidad.