El alcohol no quita la soledad, la angustia, los temores …; los aumenta.
La primera gran trampa del alcohol es la sensación que nos produce los efectos: Inicialmente de relajación, despreocupación, desinhibición y euforia. Después, la pérdida de control, confusión, descoordinación motora y del habla, sedante y anestésica. Al final, al desaparecer esos síntomas se da paso a otros muy insoportables como la depresión, el bajón, la culpa, vergüenza, remordimiento, tristeza…
Utilizar el alcohol «para» es tomar la autopista al infierno.
El abuso o consumo enfermizo de alcohol (frecuente, prolongado, en grandes cantidades, … ) no quita ese miedo, temor, ansiedad e inseguridad, o angustia que padecemos por otras causas.
Todo lo contrario, bebiendo para algo como efecto medicación, estamos aumentando e incrementando las conductas de evitación y no afrontación de los problemas manifestados.
Sin ninguna duda, utilizar el alcohol para combatir todas estas situaciones, hace que sea peor el remedio que la propia enfermedad.
Si tenemos otros problemas … no llamemos a las puertas de la señora botella, porque esta nos seducirá y nos prometerá una vida sin ellos cuando en realidad lo que nos hará será muy diferente: ¡Enfermar más!