¿Y ahora, qué haré sin poder beber?
Ese es el error: Un mal planteamiento cuando dejamos de beber porque hemos enfermado.
La pregunta debería convertirse en una exclamación y alegato a la vida: ¡Cuántas cosas podré hacer ahora sin la necesidad de beber!
Un enfermo alcohólico, resumidamente, es una persona que ya no sabe vivir sin alcohol. Independientemente de técnicas o métodos para conseguir lograr modificar las conductas del enfermo, su forma de pensar, de cómo se ve él y el mundo que le rodea, lo verdaderamente importante es la predisposición a querer volver a vivir y no sólo existir.
La vida es un regalo maravilloso que desde el fondo de una botella se ve como una putada que nos han hecho.
Romper las cadenas de esa esclavitud que padecemos los alcohólicos puede que al principio nos desestabilice y nos haga sentir como si estuviéramos en otro mundo, pero cuando conseguimos asentarnos asimilando y acomodando a vivir sin alcohol, esa perspectiva cambia por completo.
¿Qué haré sin beber? ¡Todo! ¡Se puede hacer todo, pero lo más importante no es lo qué se pueda hacer, sino lo que podamos llegar a sentir: Bienestar interno, paz, tranquilidad, sosiego, y calma en esa tempestad interna en la que hemos navegado tantos años a la deriva!
Si cambiamos el planteamiento, cambiaremos la visión. Probablemente eso hará que desaparezca una obsesión para que nazca una ilusión.
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Buenos días, la cuestión debería de ser, ¿en que cosas útiles emplearé todo el tiempo que antes perdía ante las barra de un bar destrozando mi vida?
Son muchas las posibilidades que se abren cuando dejamos la maldita droga alcohol, es tanto el Leer más ..