A capela

¡Bienvenidos al mundo de la sobriedad! Es un mundo sin color, el color se lo ponemos nosotros.

¿Quieres verlo todo gris o colorearlo?

Para nosotros, los que hemos enfermado del alcoholismo, ya de por sí nuestra perspectiva y tonalidad, más que grisácea es muy oscura, tendremos «otro» trabajo en el planeta sobriedad:  Aprender a percibir y a sentir con nuestras emociones reales y no con anestésicos o distorsiones artificiales.

Todos los enfermos hemos vivido otra vida que dábamos por nuestra y en realidad no lo era.

Ir a «capela» significa enfrentarse y afrontar desde la mínima minuciosidad u obstáculo, pasando por adversidades cotidianas hasta llegar a decisiones vitales difíciles sin apoyarnos o refugiarnos en el alcohol para sobrevivir a ellas.

Hay que aprender a vivir sin beber y eso, eso no es abstinencia sino pura y dura recuperación.

Es obvio que no tendremos que reinventar constantemente y redescubrir quiénes somos, ya que con el alcohol y sus efectos fuimos unos desconocidos durante mucho tiempo atrapados en nuestro cuerpo.

Esa liberación, ese caminar por la senda de la serenidad y autenticidad sin buscar reforzadores o aditivos se llama rehabilitación.

¿Encontraremos recompensa? ¿ Y si la encontramos, cuál es?

La recompensa del enfermo alcohólico que sí o sí necesita dejar de beber y ponerse bien es la propia recuperación. Es el medio, no el fin. Es … el propio camino y no el destino final.

 

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